viernes, 24 de octubre de 2014


Yucatán: Casas del terror que han cambiado de imagen

¿Logras ver al diablo en el escudo?


Algunos predios donde también ocurrieron hechos trágicos tuvieron que ser remodelados por sus propietarios o quien los adquirió para poder ser habitados u ocupados nuevamente, como es el caso del Hotel "Gloria", ubicado en la calle 52 por avenida Pérez Ponce, casi frente al antiguo arzobispado.

Ahí, Miguel Angel Góngora Gutiérrez, un sujeto drogadicto conocido como "El Doberman" y que trabajaba como camillero en el Hospital Juárez del IMSS, asesinó a cuchilladas a dos ancianos, quienes eran la propietaria de la hostería, Gloria Alvarez vda. de Herrera, y su amasio Julio Alamilla Palma, quien estaba cojo de una pierna. La escena del crimen era para espantar a cualquiera, pues el piso y las paredes de los corredores estaban tintas de sangre. Las víctimas fueron inmoladas con saña inaudita. Al hombre casi lo destriparon y a la mujer la degollaron.

Tras el sangriento doble crimen, el hotelucho estuvo abandonado varios años, pues el único hijo de la dueña, que vivía en Guanajuato, nunca se presentó a reclamar los derechos de la propiedad, la cual pasó a poder del gobierno, mismo que la vendió al IMSS, que tras remodelar el local, puso su escuela de Enfermería.

Sin embargo, un policía judicial de nombre José Gómez Salgado, originario de Chilpancingo, Guerrero, y a quien le tocó en varias ocasiones hacer guardia nocturna en el entonces lugar de hospedaje semanas después del horripilante doble crimen, nos señaló que varias veces escuchó extraños pasos en los pasillos del lugar, como de alguien que cojeara y usara un bastón para caminar (el anciano asesinado era cojo y usaba una muleta para desplazarse).

Actualmente en ese lugar da consultas un quiropráctico.

Otro predio que tuvo que ser reformado para ser ocupado otra vez fue donde ocurrió en 1984 un espantoso doble asesinato de unas mujeres a manos de un joven drogadicto de nombre Julio Catrib Trujillo, quien asesinó a cuchilladas a su abuela y a su tía, porque no le dieron dinero para comprar estupefacientes. El psicópata vivía con sus papás en un domicilio contiguo al de sus parientes que asesinó. Estos predios están ubicados en la calle 17 por 28 de Itzimná y actualmente ahí funciona una notaría pública.

Algo similar ocurrió en un predio de la calle 44 por 59 y 61, del rumbo del Chembech, donde el travesti Juan Daniel Segura Martínez (a) "Martha Leticia" estranguló a un octogenario y a la hija de éste, que padecía del síndrome de Down. El vecino de al lado de esa humilde casa, un abogado de apellido Canto, adquirió la propiedad, la mandó a derribar y construyó un agregado de su domicilio. Antes de que fuera reformada la casa, otros vecinos contaban que algunas noches escuchaban los llantos de la joven con retraso mental. Este doble crimen tuvo lugar el 23 de marzo de 1986.

Un caso que pocos conocen es el de la actualmente bella casa de "El Pinar", que está sobre la calle 60 con avenida Colón, casi frente al Hotel "Hyatt". Por muchos años esa majestuosa edificación de estilo gótico estuvo abandonada y casi se caía en pedazos. Todos los que pasaban frente a ella no podían evitar voltear a verla. Y es que atraía la mirada, era un lugar que de verdad hacía temblar a cualquiera, sobre todo si se pasaba caminando de noche por ese rumbo. Y lo curioso es que mientras en las casas que la rodeaban había plantas verdes y flores multicolores, en ese predio la vegetación lucía seca y muerta todo el año, recordándonos las películas de terror del genial cineasta Roger Corman, como "La caída de la mansión Usher", historia del novelista y maestro del terror Edgar Allan Poe.

Según investigación del fallecido periodista progreseño Rubén Frías Bobadilla (reportaje publicado en "Novedades de Yucatán" en 1983), en esa casa se cuenta que vivió a finales del siglo XIX un extraño matrimonio de origen portugués, el cual no tuvo hijos y que alrededor del año 1895 la dama fue mordida por un murciélago y se contagió de hidrofobia (rabia), y como entonces no había cura para este terrible mal, el esposo la encerró en una de las habitaciones de arriba, donde falleció de forma horrenda, causándose ella misma la muerte con sus propias mordidas.

Tras el espantoso deceso de su amada, el viudo dejó la mansión y se cuenta que regresó a Lisboa, pues nunca más se supo de él. La casa quedó en el abandono por décadas hasta que finalmente fue comprada y bellamente restaurada.

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