viernes, 24 de octubre de 2014



... Lo supo apenas cruzó la puerta de entrada, dejó caer su maleta y levantó el mentón en el aire, caminó pasillo por pasillo esnifando ese perfume que no era el suyo, tocó las sábanas aún húmedas, las arrancó con rabia, a mano viva las hundió en lejía pura y agua hirviente, se dejó la espalda limpiando a gatas cada recoveco y cada grieta... Desinfectó paredes, enseres, rincones, salientes, todo objeto que pudo haber sido tocado por manos extrañas, se puso la tarde y sahumó toda la casa, las manos le ardían de quemaduras químicas, los labios le temblaban, sus dientes castañeaban y tartamudeando la acción... Encendió un cigarrillo... Nuevamente el aroma, nuevamente... De un tajo su garganta abierta, de varios movimientos duplicados él quedo reducido a pedazos, la sangre se perdía entre el gas morado que bañaba el suelo y escurría entre sus llagas cuando exprímia el mechudo, embolsado, empaquetado, arrumbado con los restos de una historia de amor inconclusa, sin poder advertirle que ella había vuelto... Nuevamente a gatas, pintando las paredes, raspando a cuchillo limpio las costras de sangre del suelo... Vuelve a sentir su olor, más fuerte que nunca, más vivo que nunca, la puerta se abre a espaldas de ella... Se levanta sintiendo el filo entre sus dedos...

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